JOSÉ MARÍA DE
TERÁN WOOLLETT
MI PADRE
A modo de Prólogo quiero
dedicarle este escrito
José María Terán Trujillo
Ser recordados, es quizás uno de los anhelos que
nos queda como forma perenne de aferrarnos a la vida. Al
ser aludidos volvemos a un presente eterno, por fugaz que
sea el momento.
Nuestro único medio terrenal, compartido por las
sucesivas generaciones, regulado por el transcurso del
tiempo, se comporta como un inmenso trastero donde cabe
cualquier vestigio e inquietud humana no perecedera y
conforma lo que se ha venido a llamar civilización. Así se
suceden numerosas improntas de toda índole, desde
grandes y majestuosas obras hasta p e q u e ñ a s e
insignificantes muestras del paso de los individuos por el
ciclo vital.
Relatar la propia vida, viene a ser un ejemplo
más de lo que venimos comentando; un amago de señas
de que estuvimos por aquí. A este género donde uno cuenta
en un escrito sus vivencias se le denomina autobiografía.
Según Philippe Lejeune se puede definir la autobiografía
como el relato retrospectivo en prosa que una persona real
hace de su propia existencia poniendo el acento sobre su
vida individual y en particular sobre la historia de su
personalidad.
Hay ciertas observaciones que se deben tener en
cuenta cuando se lee un texto de estas características:
La autobiografía lleva anexa una motivación interior.
Se trata de un documento en primera persona, está escrito
por el propio interesado y siempre va a desarrollarse acorde
a sus criterios, con lo cual se exaltaran y omitirán pasajes en
función de sus conveniencias y/o también en función de
cómo le hayan afectado personalmente. No es por tanto
una versión ajena a los sentimientos, perdiendo de este modo
esbozos hacia la objetividad.
Igualmente, la acción de escribir la propia vida
implica un repliegue sobre sí mismo, cierta retirada de la
vida habitual. Dicha recreación se apoya necesariamente en
un sinfín de elementos, desde el recuerdo grabado en la
memoria hasta el impreso en una fotografía. Por ello cobra
importancia en el momento en el que se escribe ya que si
se hace demasiado pronto la historia carecería de
experiencias de interés y con la madurez se corre el riesgo
de que la memoria pierda agudeza y los recuerdos se
solapen.
Otro ejercicio que se debe hacer pare entender
la narración del autor, es saber contextualizar los
aspectos de su vida con el cambiante medio social y su
condicionamiento histórico; dicho de otro modo, tener en
cuenta la vida que se describe con el contexto en la que ésta
se desarrolla.
Se nos presenta a continuación, la autobiografía de
José María de Terán Woollett, un texto lleno de detalles y
anécdotas de una vida que además de sortear a la
caprichosa e ineludible corriente del destino, consigue sus
metas profesionales e intelectuales y en definitiva alcanzar
su realización personal.
La época de España donde se sitúa esta historia,
experimenta un cambio social vertiginoso tanto en
extensión como en profundidad. El derrotero de esos años
no solo conlleva la transformación política del final de la
dictadura, la elaboración de la Constitución de 1978 y la
posterior transición y consolidación democrática, sino que
desarrolla un fulminante avance y evolución en todos losámbitos: economía, cultura, justicia, infraestructuras,
valores, tecnología, consumo, turismo, etc. Se trata de una
sociedad en continuo cambio donde los españoles
mostraron una adaptabilidad digna de tenerse en cuenta.
La crónica del continuo acomodo social que el
narrador refleja en su discurso, no es muy diferente a la de
sus coetáneos; pero si quisiera resaltar que en el caso de
José María, como en el de todos sus compañeros de
profesión militar; el trepidante cambio social y las
consecuentes reformas que se le exigía a una institución
como la militar para adecuarse a los nuevos tiempos;
requirieron un pronto e importante cambio de mentalidad de
todos sus componentes. Metamorfosis que acertadamente
supieron afrontar y que queda muy bien reflejada en el
excelente artículo de Beatriz Frieyro de Lara: “La
transición en el ejército español de 1975: del modelo
institucional al plural”.
Del autor podemos descubrir, al margen de sus
relaciones familiares, que su carrera militar junto a la
devoción hacia el pueblo de Facinas (Cádiz), que fueron los
dos grandes ejes de su vida; y que fue esta primera
condición quien le condujo irresistiblemente a entregarse en
cuerpo y alma a la segunda.
Existen muchos vínculos que lo corroboran, desde
los más literales, fue su profesión quien lo llevo a Facinas y
allí conoció a su mujer; hasta los más ideales ya que
frente al pragmatismo castrense, el pueblo se
transformó en su estímulo inspirador donde desarrollar
toda su creatividad, tanto en su labor periodística como en
su faceta poética.
Al mismo tiempo encontró en la aldea, un refugio
donde escaparse y recuperar aliento frente al estrés de la
gran ciudad. El espíritu rural donde la vida no iba tan
acelerada junto a su don de gentes, proporciono un terreno
propicio donde cultivar amistades. Desde su posición tuvo la
suerte de poder ayudar al pueblo y a su gente; y el pueblo
contó con él para que participara en sus galas más
substanciales. Esta estrecha relación de amor a Facinas
le colmo de felicidad pero también de orgullo al sentirse
correspondido.
Desde mi perspectiva privilegiada como hijo, debo
anotar que no todo fue un camino de rosas, ya que tuvo que
pasar por importantes problemas y dificultades, pero
r e s p e t a n d o sus versos iníciales, dejemos que sus
penas se las guarde para él.
Por último quiero señalar que en varias ocasiones,
tanto en el ámbito militar como en ambientes más
coloquiales, me comentaron, “tu padre es un gran tipo”. Yo
personalmente me quedo con la satisfacción de saber que
tanto él como mi madre, son simplemente buenas personas.
Tu hijo José María
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